El Perú envuelto en la estupidez
El show de cada día
La verdad no entiendo porque le gusta a la gente el triste show de Urresti –parte de la culpa la tiene nuestra prensa re-chicha también-. Es increíble que la noticia del día sea la condecoración del policía que salvo un perrito. Muy chévere, yo también amo a mi mascota, pero eso no es ni heroísmo ni motivo para una loa caballeresca. ¡Joder! Hay gente que ha hecho mucho más por el país y ni las gracias le han dado -en algunos casos, incluso, los han enjuiciado por tonterías-. Aparte, hay temas mucho más trascendentales para el Perú (leyes mal dadas, la corrupción gubernamental, representantes y funcionarios idiotas y flojos, mejorar la educación, etc.). Llamemos importante a lo realmente importante. Mientras sigamos siendo un pueblo imbécil que se deja apantallar harán con nosotros lo que se les venga en gana.
En ese mismo sentido, debería no dársele tribuna a gente como Urresti, Cateriano, Jara, Abugattás, Chehade u Otárola cuando declaran de temas que no les incumben -más allá de que pueden y deben tener una opinión-. Al ser servidores públicos y representantes de un sector de la población deben estar más preocupados en hacer su trabajo, que es deficiente desde hace mucho, y no estar atacando a sus enemigos políticos o haciendo show de todo, incluso de que una mosca se posó en sus vasos. Una cosa de esas de vez en cuando puede ser, pero no todos los días, NO LES PAGAMOS PARA PRESENTAR UN ESPECTÁCULO. Lo mismo va para la oposición incoherente.
La prensa también debe aprender a ser más incisiva y darle el volumen real a lo importante y dejarse de estupideces anecdóticas, resaltando cosas que no son de provecho ni sirven para que tomemos la debida atención a lo que es necesario. Es bacán que tengan noticias divertidas de políticos, del espectáculo, de lo que sea, pero que lo significativo no se desvíe a eso cuando el entrevistado es un representante estatal o un funcionario público.
Villarán, sus malas mañas y pereza
Por último, quería referirme a lo que han mostrado diversos medios sobre el legado de la gestión Villarán. Números y evidencias físicas, no hay nada mejor para cerrarle la boca a tanto politiquero que quiere defender lo indefendible. Realmente, no hay forma de decir que esa mujer hizo algo por la ciudad, salvo robar junto a su pandilla de izquierda de ineptos y perezosos.
El estado de las cosas es deplorable. Todo está sin mantenimiento o con sus razones de ser pervertidas (como el Teatro La Cabaña del Parque de la Exposición). Deudas por todos lados, exceso de personal y demás, pero sí hubo plata de sus arcas para comprar un McLaren para su familia y hacerlo pasar como propiedad de la Municipalidad, ¿no? Eso es transparencia y trabajo arduo -es burla, por si acaso-.
Después salen a decir demagógicamente que Castañeda está abusando al querer poner orden en el muladar que dejó la ex alcaldesa. Eso es tener una concha más grande que la del Campo de Marte –como diría mi abuelita-. No hay forma de que se pueda loar a Susana: no hizo obras; si las hizo, fueron mal ejecutadas y se las llevó el viento, el agua, el uso y hasta el perro. Ha justificado con consultorías interminables el desembolso de cifras estratosféricas, así como el aumento innecesario de la burocracia municipal. Una cosa es contratar serenos e inspectores viales, que mal que bien se necesitan y, otra, multiplicar las secretarias, “especialistas”, "consultores", "artistas" y demás para que no hagan NADA, CERO RESULTADOS.
De por sí Castañeda no me cuadra, no voté por él, el mejor alcalde ha sido Andrade sin duda, pero habiendo vivido en el distrito de Lima, teniendo una propiedad ahí, y yendo de vez en cuando al centro de la ciudad (al menos una vez al mes), puedo decir con toda seguridad que es infinitamente mejor administrador que la señora de la chalina verde. Solo espero que el alcalde mantenga la reputación de hormiguita que tuvo y que no robe como antes. Como fuese, todo termina por sentar que el 10% que votó por Susana Villarán son desinformados, idiotas ideologizados y/o pertenecen a la población que se benefició con su deficiente dirección -entiéndase que el beneficio no fue conseguido en buena lid-.